Cápsula 191 del 18 de Marzo de 2006
Investigación y Guión: Conti González Báez
Benito Pablo Juárez García nació el 21 de marzo de 1806 en el San Pablo Guelatao, Oaxaca, un pueblo que apenas contaba con veinte familias, en el que no había escuela ni se hablaba español.
Sus padres, Marcelino Juárez y Brígida García, eran campesinos zapotecas dedicados a la pequeña agricultura. Cuando Benito tenía tres años, su padre murió de un infarto repentino mientras vendía fruta frente al palacio de gobierno de Oaxaca. Poco tiempo después murió su madre, al dar a luz a su hermana menor María Longinos.
El pequeño Benito y sus hermanas mayores María Josefa y Rosa quedaron al cuidado de sus abuelos paternos, Pedro Juárez y Justa López, mientras que la recién nacida se fue a vivir con su tía materna Cecilia García.
Al poco tiempo murieron sus abuelos y Benito se trasladó a vivir con su tío Bernardino Juárez, quien vivía en un pobre jacal y se dedicaba al pastoreo. El niño lo ayudaba como encargado de cuidar un pequeño rebaño de ovejas, pero también en las duras labores del campo, como el abastecimiento de agua, la siembra y cosecha de maíz, la separación del grano y su almacenamiento.
Aunque el tío le enseñó un poco de español y las primeras letras, en realidad se ocupó poco de él. Al parecer se emborrachaba habitualmente y lo trataba muy mal. Benito no tenía amigos de su edad y vivió una infancia solitaria, lo que influyó en su carácter introvertido y reflexivo. En esos largos días empezó a pensar en la necesidad de aprender el español y procurarse una educación.
Un día, mientras cuidaba a las ovejas, una de ellas le fue robada por unos arrieros. La pérdida asustó al pastor y, temiendo una paliza de su tío, por fin decidió huir a la Ciudad de Oaxaca y buscar la ayuda de su hermana María Josefa para llevar a cabo su proyecto de estudiar.
Con tan sólo doce años de edad, cruzó a pie la sierra, llegando esa misma noche a la capital del estado. De inmediato se dirigió a la casa de familia Maza, que gozaba de la estimación de los indígenas de la región y donde María Josefa trabajaba como cocinera.
El joven huérfano, callado y serio pero sediento de saber, le agradó al comerciante genovés Antonio Maza, quien lo empleó en el cuidado de la grana y le asignó dos reales diarios, más enseñanza.
Más tarde, Maza lo recomendó como ayudante del encuadernador Antonio Salanueva, un solterón que también era miembro de la Orden Terciaria Franciscana, como fraile lego. Aunque muy devoto, al mismo tiempo era algo liberal.
Este bondadoso hermano se portó como un verdadero padre. Compartió con el joven el pan de cada día y, a cambio de su trabajo en el taller y en la casa, le enseñó a hablar español y a rezar.
Luego, con la ayuda del profesor Domingo González, Benito aprendió a leer y a escribir, así como algo de Aritmética y Gramática. Mientras perfeccionaba el español, al mismo tiempo aprendía latín y francés.
Salanueva era amante de la lectura y contaba con una pequeña biblioteca, que el joven podía usar para continuar con su aprendizaje. Leía mucho y finalmente obtuvo los conocimientos necesarios para ingresar como alumno externo en el Seminario de la Santa Cruz, único plantel secundario que existía en Oaxaca en 1821, el mismo año en que México declaró su Independencia.
En el salón de clases, Benito siempre se sentaba en la parte de atrás, pero era el alumno que primero levantaba la mano para contestar las preguntas que hacía el maestro.
Aunque Salanueva pretendía que el joven Juárez siguiera la carrera eclesiástica, éste no sentía vocación para el sacerdocio y al terminar su bachillerato en el seminario, se inscribió en el Instituto de Ciencias y Artes de la Ciudad de Oaxaca para iniciar estudios en Jurisprudencia.
Aun siendo estudiante, fue nombrado profesor en su Instituto y como también tenía otros ingresos eventuales, agradeció todas sus atenciones a Antonio Salanueva y abandonó su casa para iniciar una vida independiente.
Pronto ingresó a la logia masónica y comenzó su vida política. Ante la Constitución de 1824 se establecieron los partidos Conservador y Liberal. A este último pertenecía Benito Juárez, quien empezó a destacar en Oaxaca. A los 25 años fue electo regidor del Ayuntamiento de la capital y dos años después, diputado local.
Benito Juárez culminó con éxito sus estudios a los 27 años y recibió el título de abogado. Comenzó a ejercer su profesión defendiendo a comunidades indígenas y no tardó en andar en líos políticos, pues al caer de la inestable silla presidencial Valentín Gómez Farías, el gobierno liberal de Oaxaca tuvo la misma suerte, por lo que sus correligionarios fueron perseguidos.
Acusado de conspiración, Juárez fue arrestado en Tehuacán y, tras su liberación, no tardó en regresar a las galeras por defender a los campesinos pobres de Miahuatlán, despojados de sus tierras.
Inquieto y revoltoso, pese a su apariencia de seriedad inalterable, no le faltaron aventuras amorosas. Por esa época nacieron sus dos hijos naturales, Tereso y Susana, quien era inválida y más tarde se convirtió en drogadicta, lo que fue causa permanente de preocupación para su padre.
A los 35 años, Juárez fue nombrado Juez de lo Civil y dos años después se casó con Margarita Maza Parada, hija de su primer patrón. La relación inició en la casa que le dio protección y donde siempre fue visto como amigo.
Margarita fue la menor de los cuatro hijos del genovés Antonio Maza y la mexicana Petra Parada, quienes años antes habían acogido al niño indígena que no hablaba español. Benito tenía 20 años cuando cargó en brazos a la recién nacida, quien poco a poco se convirtió en el amor de su vida.
De sólida posición económica y refinada educación, pero de familia honorable y con altos principios morales, Margarita tuvo la sensibilidad para advertir la grandeza de Juárez. La joven seguía con admiración todo lo que él hacía y pronto se enamoró.
Se casaron cuando ella tenía 17 años y él 37. El matrimonio no fue fácil, ya que removió todos los prejuicios de la alta sociedad a la que ella pertenecía. Pero las diferencias de origen, edad y posición social no fueron ninguna limitación para integrarse como una verdadera pareja.
Cuando se casó, Margarita supo que se unía a un hombre forjado en la adversidad, quien era de los mejores abogados de Oaxaca, uno de los más brillantes y reconocidos alumnos del Instituto de Ciencias y Artes del Estado, pero también de uno de los más criticados y perseguido por sus ideas.
Se acostumbró a respetar la firmeza de los principios liberales e ideales republicanos de su esposo, a no interferir en su vida pública y a cuidar la felicidad de su hogar.
Benito Juárez y Margarita Maza tuvieron 12 hijos: Manuela, Felícitas, Soledad, Benito, Guadalupe, Amada, las gemelas María de Jesús y Josefa, José María, Jerónima, Francisca y Antonio, de los cuales 5 fallecieron prematuramente.
La familia que tanto amaron y la lucha por formar una patria fueron su coraza para soportar murmuraciones, persecuciones, peligros, separaciones, exilios y penosas peregrinaciones.
Continuando con su carrera política, el Licenciado Juárez fue secretario de Gobierno en el régimen del General Antonio de León, luego fiscal del Tribunal Superior y diputado federal.
Fue nombrado gobernador interino del estado de Oaxaca, siendo después electo como gobernador, puesto en el que trabajó con gran entusiasmo. La maledicencia pública se centró en sus hábitos de puntualidad; a las 9 de la mañana se presentaba en su despacho, por lo que se comentaba que el gobernador tenía costumbres de albañil.
Durante su mandato se realizaron obras públicas como la construcción de carreteras, el levantamiento de una carta geográfica, la formación del plano de la Ciudad de Oaxaca, la reconstrucción del Palacio de Gobierno y la reorganización de la Guardia Nacional; también se preocupó por sanear las finanzas estatales.
Juárez defendió la obligatoriedad de la educación, señalando que se trataba de un imperativo nacional. Fundó cincuenta escuelas de primeras letras y fomentó la educación de la mujer.
Al sobrevenir la epidemia de cólera de 1850, formó un equipo médico y activó la vacunación, pero su hogar no quedó al margen de la tragedia: su hija Guadalupe de dos años murió por esa causa.
Don Benito y Doña Margarita tuvieron que llevarla a enterrar al cementerio extramuros de la ciudad, ejemplo para que la gente dejara de sepultar a sus muertos en las iglesias, como era la costumbre. La congruencia fue una regla de la pareja que, abatida por el dolor, debía ser modelo del cumplimiento de la ley.
Al término de su gestión en 1852, Juárez fue Rector del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca y regresó al ejercicio de su profesión de abogado, pero con el retorno de Santa Anna al poder, muchos liberales fueron desterrados, entre ellos Juárez, que durante su gobierno no había permitido la entrada al estado al dictador, quien entonces huía de la capital.
En 1853 fue enviado a los calabozos de San Juan de Ulúa, prisión donde pocos pudieron resistir la mortal humedad. Debido a sus buenas relaciones con la guardia, tal parece que casi a diario se le permitía salir a respirar y caminar, pero no así recibir dinero de su familia.
Fue gracia de Santa Anna permitirle que partiera al exilio. En el barco inglés Avon viajó a La Habana, Cuba, y luego a Nueva Orleáns, Estados Unidos, acompañado por su cuñado José María Maza.
El gobierno había confiscado las propiedades de Juárez y éste, a los 48 años, se encontró en una situación muy apremiante. Debido a sus conocimientos del francés, conoció a una adivina, Madame Deubard, quien les alquiló una calurosa buhardilla en una humilde casa de huéspedes. Su cuñado dormía en el suelo y él en un catre prestado.
Para subsistir, trabajaba en una imprenta y se nutría sobre todo de manzanas, recurso de los pobres. Por su parte, Maza comenzó a ganarse la vida como “torcedor” de puros y enseñó tal arte a Juárez.
Por las noches, José María iba a las cantinas a vender los puros y Benito lo esperaba en la esquina, al salir de sus clases nocturnas de inglés y Derecho.
Tenían que irse a la buhardilla antes de las ocho, cuando un cañonazo anunciaba que todos los negros debían estar en casa, a menos que tuvieran permiso de sus amos, pues se supone que Juárez, con su piel morena, pudo haber tenido algún problema al ser confundido en la noche con un negro.
Ante la primera separación de su marido, Margarita no se refugió en la casa de sus padres, como lo habría hecho cualquier señora de su época; tomó las riendas del hogar y se puso a trabajar para alimentar a sus hijos y además enviarle algún dinero a su esposo. Confeccionaba prendas tejidas para vender y abrió una tiendita.
Los cafés de Nueva Orleáns eran punto de reunión de comerciantes, intelectuales y refugiados políticos procedentes de otros países americanos. Allí se discutían las noticias del momento.
Juárez estableció una estrecha relación con Melchor Ocampo, José María Mata y otros mexicanos liberales que esperaban el momento oportuno para regresar a México e iniciar la lucha contra el dictador. Desde sus destierro, se adhirieron al Plan de Ayutla para derrocarlo.
En 1855, después de un año de vivir desterrado, Benito Juárez se embarcó en el vapor chileno “Flor de Santiago” rumbo a Panamá y cruzó al Pacífico para llegar al puerto de Acapulco, que hoy se llama Acapulco de Juárez en su honor.
De inmediato se presentó en el campamento del general federalista Juan Álvarez, diciendo que llegaba a servir a la causa de la República. Omitió decir que era abogado y que había sido gobernador de Oaxaca; únicamente puso énfasis en que sabía leer y escribir.
Juárez colaboró como consejero del General Álvarez en la Revolución de Ayutla para terminar con la dictadura y crear un congreso constituyente.
Al caer Santa Anna, Álvarez llegó a la Presidencia de la República y nombró a Benito Juárez Ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública. En este cargo, expidió la Ley sobre Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios, llamada también "Ley Juárez", con la que se abolieron los fueros eclesiásticos y militares, garantizando los mismos derechos a todos los grupos sociales.
La Iglesia Católica continuaba hasta entonces con muchas de las funciones que había ejercido durante el Virreinato, que le daban un papel preponderante en la administración pública. Tenía ingerencia en el sistema judicial, controlaba una gran cantidad del patrimonio inmobiliario del país y administraba hospicios, hospitales y centros de asistencia social.
Al renunciar Juan Álvarez, su sucesor el Presidente Ignacio Comonfort nombró a Juárez jefe interino del Ejecutivo de Oaxaca. Como tal, convocó a elecciones y fue reelecto gobernador del Estado.
A Don Benito le gustaba mucho bailar y asistía a muchas fiestas con su familia. Se cuenta que en un baile celebrado en casa de Don Manuel Dublán, director del Instituto de Ciencias y Artes, un estudiante pobre y desconocido invitó a bailar a una de las hijas mayores de Juárez, que lo rechazó pretextando indisposición. Enseguida, se acercó un elegante caballero para invitarla, aceptando ella de inmediato. El Gobernador Juárez observaba la escena y se acercó a la pareja, para suplicarle al caballero que dispensara a su hija porque no podía bailar.
Poco después, otra de sus hijas, Amada, murió a la edad de dos años.
En septiembre de 1857, Benito Juárez resultó electo Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Mientras tanto, el grupo político de los conservadores, encabezado por Félix María Zuloaga, al ver afectados sus intereses con la Constitución de 1857, decidió hacer el Plan de Tacubaya, donde se desconocía dicha Carta Magna.
El Presidente Comonfort los apoyó y como Juárez no estaba de acuerdo, fue encarcelado. Estos hechos desataron la Guerra de Reforma, durante la cual se enfrentaron los liberales, a favor de la Constitución, contra los conservadores, que la desconocían.
Comonfort fue traicionado, se quedó solo y tuvo que liberar a Juárez. Luego renunció a la Presidencia y huyó del país. De acuerdo con la Constitución, al faltar el presidente del país, el Presidente de la Suprema Corte de Justicia debía asumir el puesto como sustituto.
Por lo tanto, en 1858, Benito Juárez García asumió la Presidencia de la República, pero como los conservadores se habían adueñado de la capital, tuvo que mudar el gobierno a Guanajuato y luego a Jalisco, donde estuvo a punto de ser fusilado. Fue entonces cuando lo salvaron la Guardia Nacional de Jalisco y Guillermo Prieto, con su famosa frase: ”Los valientes no asesinan”. Juárez se trasladó a Colima y finalmente a Veracruz, donde logró establecer el gobierno federal.
Recién llegado, Juárez pidió agua caliente a una sirvienta de la casa donde estaba alojado; ésta, tomándolo también por un criado, le respondió ásperamente que la buscara por sí mismo. Al día siguiente, al ver que era el Presidente, la empleada casi se desmaya, pero los liberales festejaron lo ocurrido con sonoras carcajadas, empezando por Juárez.
Doña Margarita no tardó en reunirse con su esposo. La valiente mujer realizó el peligroso viaje a través de las montañas con ocho hijos y algunos criados, esquivando los caminos dominados por los soldados enemigos, sin más protección que la de su hermano José María, quien logró ahuyentar a unos bandidos que pretendían raptarla.
En julio de 1859, Juárez expidió las Leyes de Reforma, obra sobre todo de Miguel Lerdo de Tejada, Melchor Ocampo y el propio Juárez, que establecían la separación del Estado y la Iglesia, la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la creación del Registro Civil, la reglamentación de los panteones y el establecimiento del matrimonio civil.
Mientras tanto, en la capital los conservadores nombraron a presidente a Miguel Miramón, quien quiso atacar Veracruz, pero fracasó en su intento.
Finalmente, el General Jesús González Ortega derrotó a Miramón. Un jinete cabalgó utilizando varios caballos durante 25 horas, para llegar a toda prisa a Veracruz y anunciar la victoria, virtual fin de la Guerra de Reforma.
Don Benito, gran aficionado a la música, se hallaba en el teatro asistiendo a una representación de “Los Puritanos”, de Bellini. Como la compañía europea no sabia el Himno Nacional, interrumpieron para cantar “La Marsellesa”.
Tras el triunfo de los liberales, el 11 de enero de 1861 Don Benito Juárez entró a la Ciudad de México con su gabinete. Poco después convocó a elecciones, en las que resultó electo Presidente de México.
La crítica situación del erario lo obligó a decretar la suspensión de pagos de la deuda externa. Los conservadores mexicanos radicados en Europa intrigaron para que Gran Bretaña, España y Francia reclamaran sus débitos a México y enviaran una flota, cuyas tropas desembarcaron en Veracruz.
Allí se iniciaron conversaciones con los jefes de los invasores, tras las cuales se retiraron los españoles y los británicos. Francia no aceptó las negociaciones y ordenó que sus tropas se quedaran en el país, con lo que en 1862 dio inicio la Intervención Francesa.
El ejército francés avanzó sobre Puebla, donde el 5 de mayo de 1862 triunfaron totalmente las fuerzas comandadas por el general Ignacio Zaragoza.
A pesar de la victoria, los franceses trajeron refuerzos y Don Benito Juárez tuvo que abandonar la capital. El presidente no se doblegó y trasladó el gobierno a San Luis Potosí, iniciando así un largo peregrinar, en el que los problemas, el ajetreo y las penalidades comenzaron a minar su sólida salud.
Mientras tanto, enviado por el emperador Napoleón III de Francia, llegó a México el Archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo con su esposa, la princesa belga Carlota Amalia. Fueron recibidos por los conservadores mexicanos, instalándose en el Castillo de Chapultepec y en el Palacio Nacional como "Emperadores de México".
Juárez se negó a reconocer a Maximiliano como jefe del estado mexicano. Los Estados Unidos apoyaron su actitud y el Presidente Abraham Lincoln reconoció al ministro nombrado por Juárez como único representante legítimo del gobierno mexicano.
El errante gobierno se instaló en Saltillo, donde enfermó Juárez, al parecer afectado por los primeros síntomas de una angina de pecho. Además, a partir de entonces se supo que padecía de reumatismo crónico.
Doña Margarita iba embarazada y su hijo Antonio nació en esa ciudad, donde permaneció recuperándose del parto mientras Don Benito continuaba su peregrinar. Estando en Chihuahua, Juárez recibió una carta de su esposa, en la que le informaba que su hijo recién nacido había muerto.
El presidente estableció su cuartel general en la limítrofe población de Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez en su honor, donde se extremó la penuria de su gobierno.
Durante más de un año, Juárez no había cobrado su sueldo de Presidente. Vendió su casa de Oaxaca y pidió prestados mil pesos al militar Jesús Carranza, abuelo de Don Venustiano, quien se los fió a la palabra, sin cobrarle un solo centavo de intereses. Don Benito se los pagó en cuanto pudo y lo recompensó, ascendiéndolo al grado de Coronel del Ejército Liberal.
Durante la guerra contra los invasores, Margarita presidió una Junta que tenía por objetivo reunir fondos para los hospitales de sangre. Con sus hijas y otras mujeres organizó funciones de teatro, cuyos fondos estaban destinados a los heridos y familiares de los soldados muertos.
Acosado por las tropas francesas, el Presidente Juárez decidió proteger a su familia enviándola a los Estados Unidos bajo el cuidado de Don Matías Romero, su yerno Pedro Santacilia, esposo de Manuela, y otros liberales mexicanos, que en la medida de sus posibilidades ayudaban a la exiliada familia.
En Nueva York, Doña Margarita ocupó su tiempo en diversas labores para sacar adelante a su familia, además de representar dignamente a su esposo ante la sociedad estadounidense, que le brindó todo tipo de apoyo, al igual que a sus hijas.
En marzo de 1866 visitó la ciudad de Washington. Al enterarse de su presencia, varios periodistas la entrevistaron, pues ya se vislumbraba la caída de Maximiliano y su efímero Imperio. Al día siguiente todos los periódicos comentaban su elegante porte, discreto atavío, republicana sencillez y simpatía por el país que le brindaba refugio.
Varios políticos simpatizantes de la causa juarista se esforzaron por agasajarla, entre ellos el General Ulises Grant, quien organizó un baile en su honor que fue ampliamente comentado en las páginas sociales de los diarios de la época.
Lo más destacado fue la invitación que el Presidente de los Estados Unidos le hizo para que asistiera a un banquete organizado en su honor. Margarita se sorprendió ante el ofrecimiento y dudó en asistir, pero mayor fue su asombro cuando el Presidente Adams, en su brindis, se refirió a ella como la Primera Dama de México, siendo ése el origen de dicho título.
Ejemplo de virtud, constancia y entereza, la Señora Juárez tuvo que sufrir otra tragedia familiar, la muerte de su hijo José María, “Pepe”, a la edad de ocho años. El dolor fue insoportable, sus fuerzas flaquearon, su salud mental decayó y envejeció notablemente pese a tener tan sólo 40 años. Únicamente el deseo de volver a ver a su esposo le dio fortaleza para continuar.
El 1º. de diciembre de 1865 había concluido el período constitucional de la Presidencia de Juárez, pero el Congreso de la Unión expidió un decreto para ampliar el período hasta que hubiera condiciones para celebrar elecciones y le otorgó facultades extraordinarias para implantar las medidas que juzgara necesarias en defensa de la Independencia, la Constitución y el Gobierno.
Las reducidas pero heroicas tropas iban ganando milímetro a milímetro terreno a la invasión, por lo que Juárez decidió iniciar el regreso a la capital del país. El 27 de enero de 1867 llegó a Zacatecas y al día siguiente Miramón, al servicio del decadente Imperio intentó detener y fusilar a Juárez. Una vez más, éste consiguió escapar de ser asesinado.
Un mes después, Juárez estableció nuevamente su gobierno en San Luis Potosí. Creyendo tener en Querétaro una trinchera segura para afianzar el Imperio, Maximiliano, Miramón y Tomás Mejía planearon lanzar un ataque contra Juárez, pero las fuerzas liberales de Mariano Escobedo y Ramón Corona lograron sitiarlos, vencerlos y apresarlos.
Después de un juicio penal por una corte marcial los tres acusados fueron sentenciados a la pena capital conforme a la ley y fusilados en el Cerro de las Campanas.
Mientras tanto, la capital del país fue sitiada por las fuerzas liberales al mando de Porfirio Díaz. Los imperialistas se rindieron y entregaron la ciudad. Con las tropas francesas repatriadas, Benito Juárez empezó la reestructuración del país.
El 15 de julio de 1867 Juárez entró a la Ciudad de México, ondeando la bandera nacional y enarbolando el triunfo de la República Restaurada.
A su llegada dio un emotivo discurso, donde destacó su hoy célebre frase: "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".
Doña Margarita Maza regresó a México a bordo de un barco que el presidente de Estados Unidos Andrew Johnson puso a su disposición. Cuando desembarcó en Veracruz, el pueblo la recibió con enormes muestras de cariño y respeto. Un mes después, los esposos se reunieron por fin.
De inmediato se celebraron elecciones generales en todo el país y Juárez fue reelecto Presidente de la República para un segundo período constitucional, de 1868 a 1872.
Fueron cuatro años en los que se dedicó a arreglar la situación económica del país y a organizar una reforma educativa. Se mostró respetuoso ante la organización de los obreros y artesanos, redujo el ejército, sofocó los alzamientos militares y enfrentó la división de los liberales.
Don Benito se mostraba tranquilo y vigoroso, pero había soportado mucha presión y demasiadas incomodidades durante los últimos años. Aunque comía frugalmente y no bebía más que vino en las comidas, era un entusiasta del tabaco que no desperdiciaba la ocasión de saborear un buen cigarro. En octubre de 1870, un ataque cardiaco hizo temer por su vida.
El enorme susto que pasó Doña Margarita fue peor, ya que cayó en cama, víctima de una dolencia desconocida, pero también de tantos sacrificios y sufrimientos que había pasado apoyando a su marido.
Margarita Maza Pereda murió el 2 de enero de 1871, a los 44 años de edad. Lo hizo dando ejemplo de fortaleza ante sus hijos y amigos, sin proferir una queja, sonriendo a sus seres queridos.
Aunque el Presidente Juárez no invitó a nadie al sepelio laico, simpatizadores y adversarios se formaron a los lados de la calle en una muda y respetuosa manifestación de duelo al paso del cortejo.
Un mes entero pasó el Presidente sin poder concentrarse en el trabajo. Sus hijas lo cuidaban, pero él paseaba solo en Palacio Nacional como un fantasma. Vendió todas sus propiedades, excepto una casa en Oaxaca, donde pensaba retirarse a descansar.
A fines de 1871 se realizaron nuevas elecciones presidenciales, en las que compitieron Porfirio Díaz, Sebastián Lerdo de Tejada y el propio Benito Juárez. Ninguno obtuvo la mayoría calificada y el Congreso decidió que Juárez fuera nuevamente presidente. Hubo protestas y hasta levantamientos armados.
El descontento dio como resultado la deserción de Lerdo de Tejada, quien fundó su propio partido, y de Porfirio Díaz, militar destacado en la lucha contra Maximiliano, quien inició una rebelión cuya propuesta principal era impedir la reelección de los presidentes de la República.
Poco después de reprimir este último levantamiento, Benito Juárez recibió a veinte huérfanos protegidos suyos, quienes fueron a agradecerle su ayuda. Formados, recibieron un peso cada uno para fruta. Al darle el suyo al último, Juárez se llevó la mano al corazón; luego de un momento. dijo que no era nada y siguió con su trabajo.
Esa noche, los dolores se acentuaron. Acudió el Doctor Ignacio Alvarado a Palacio Nacional, donde entonces estaba la residencia familiar de los presidentes, pero Don Benito se quedó postrado en la cama. Comenzó a acordarse de su infancia y a hablar de aquellos años con el médico.
Luego llegaron dos funcionarios a tratarle asuntos y el presidente los atendió sentado en una silla. Después se quedó a solas con su joven criado Camilo, zapoteca como él, a quien pidió que le oprimiera el corazón con la mano, mientras sus familiares lo esperaban en la sala contigua.
A las once y media de la noche del 18 de julio de 1872, Don Benito murió de un último ataque al corazón, rodeado por el cariño de sus familiares. Tenía 66 años.
A las cinco de la mañana del 19 de julio, un cañón anunció a la Ciudad de México que el Señor Presidente de la República, Licenciado Benito Juárez García, había muerto.
Fue sepultado en el Panteón de San Fernando con un permiso especial, porque un año antes el cementerio había cesado de trabajar. Sus restos mortales fueron depositados en el mausoleo familiar, junto a su esposa Margarita Maza y cuatro de sus hijos fallecidos a edad temprana.
En cuanto a la vida de Benito Juárez, cabría hacerle las siguientes preguntas:
¿Señor Juarez, que fué lo que le motivó a ser alguien distinto a sus paisanos?
R=Bueno, pasa Sr. José Pedro cuando yo nací mis padres eran humildes muy humildes y después de cumplir 3 años de vida, mi padre murió y mi madre quedo sola y abandonada con cuatro hijos; 2 hermanas y dos hermanos, pero ya venia en camino mi ultima hermana María Longinos quien al nacer, mi madre tuvo complicaciones de parto y murió y me quede huérfano sin padre, ni madre y al pasar de los años me di cuenta la importancia que tienen los padres en el desarrollo y crianza de los hijos y sufrimos mucho, ya casi cuando tenia 6 o 7 años me fui con mi tío Bernardino que vivía un poco mas humilde que nosotros y se dedicaba a cuidar ovejas y me ocupo para que le auxiliara en eso, a cambio de comida y quedarme en su casa y eso me preocupaba mucho, por que yo no quería vivir así toda mi vida. Yo quería ser otro tipo de persona.
¿Sr. Juárez cual fue el momento mas critico al tomar su primer decisión?
Si mire Sr. José Pedro, paso que cuando tenia yo como 9 o 10 añitos, fui a cuidar mis borregas y se vino una tormenta y yo corrí para protegerme y deje mis borregas y cuando se quito la lluvia fui a buscarlas y las encontré solo que se ahogaron 2 y ya no las pude salvar entonces ya me iba para la casa de mi tío pero a lo lejos vi unas carretas y unos soldados y me espere a que llegaran, cuando me alcanzaron me dijeron que si no sabia donde vendían comida o donde había casas para que les hicieran algo de comer o a que distancia había un poblado. Y yo les conteste que no vendían nada y que el pueblito mas próximo estaba como a una hora u ora y media y entonces empece a escuchar que entre ellos se molestaron y se pelearon por que decían que ya llevaban dos días sin comer, entonces yo los mire y pensé....pobres están mas jodidos que yo y ya se ven muy cansados.....entonces se me ocurrió decirles -miren si quieren les vendo 2 borregas que se me acaban de ahogar hay denme lo que puedan. Entusiasmados ellos dijeron: -Ahora si vamos a comer sabroso...¡Mmmmm!, general, dele nueve reales y ya que se vaya...y me los dieron y me fui muy contento. Pero ahora la preocupación era que le iba a decir a mi tío, pues cuando se emborrachaba era muy loco y cuando llegue guarde las borregas y les di agua, pero mi tío se fue asegurar y las contó y me dijo: ¡te faltan dos borregas!... ¿Dónde están chamaco insolente? ...y yo lleno de miedo le dije: -Es que pasaron por el camino unos maloras y me las robaron...! enfurecido me contesto: -¡que robaron ni que mis tenates! ...ahorita te enseño como cuidar borregos y ser responsable y me dio unas azotadas con una cuarta de esas con que les pegaba a sus mulas.. Y en esos momentos pensé lo peor, pero luego me arrepentí, lo pensé mucho y decidí irme para Oaxaca a alcanzar a mi hermana María Josefa, que trabajaba como cocinera con la familia Maza, para ello le cuento Sr. Romero, tuve que caminar casi 6 horas atravesando la serranía a pie.
¿Quién fué tu mejor amigo?
¿Quienes fueron tus enemigos, ya estando como presidente de la República Mexicana?
¿Cuál fué tu mayor satisfacción al ser presidente?
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